En 1931, en la ciudad de Hasburgo, Hubble debatió con su par húngaro Trévor Döncic respecto a la calendarización de eventos y la necesidad o no de usar relojes atómicos.

- La falta de precisión - aseguraba Döncic- comienza en la escala de los nanosegundos, pero se desfasa irremediablemente con consecuencias que influyen de forma práctica en la vida diaria.
- Es cierto - contesta Hubble según reportes publicados en la prensa-, pero no todas las cosas ciertas son verdaderas. Me explico: a excepción de la coordinación táctica en eventos militares, o del estudio de partículas o eventos astronómicos, la relatividad del tiempo es indiferente para las personas comunes.
- Si fuera indiferente - rebate Döncic- hubiera usted podido llegar a este evento unos minutos más tarde o más temprano que yo, y el desempeño de los hechos asociados al encuentro podrían haber sido distorsionados. Quizás incluso esta conversación no hubiera existido.
- No coincido con lo que dice - siguió Hubble- puesto que poco importa qué hora o momento del día es realmente ahora, sino que solo importa que estamos aquí ahora.